
Se alojaron en la misma venta, y siempre le ganaron por la mano al numeroso grupo de ingenieros.
Subieron a ver las cabras pintás, siguiendo la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido.
Observaron la flora y la fauna, llegando incluso a recibir clases magistrales sobre como dopar a los árboles
Adelantandose una vez más a los ingenieros, se desplazaron hasta el meandro del Melero, donde divisaron, en esta ocasón, un grupo de ciérvoles, además de disfrutar de una vista y una luna única...
Además, ya sin uno de sus miembros, que emigró buscando tierras más septentrinales, visitaron las Hurdes profundas.
E incluso tuvieron tiempo, ya de vuelta, para intentar visitar el convento de El Palancar, donde el almorchino, se deterioró un poco. Acuciados por el hambre, y la necesidad de cumplir con los huevos fritos, retomaron camino al Sur......
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